domingo, 12 de enero de 2020

La generación brillante: ¿Qué hicimos mal?


No soy amigo de los grupos de whatsapp, pero tal como supongo le pasa a la gran mayoría, al final sucumbo y entro en alguno. Muchas veces me aburro y me canso de tantos mensajes (en especial los empalagosos y de crecimiento personal, sorry) o de los “buenos días” con taza de café virtual incluida. Pero, reconozco que siempre surgen cosas muy divertidas, discusiones interesantes o mensajes que nos dejan buenos aprendizajes de vida.

Desde la pasada Navidad, formo parte de un nuevo grupo junto a mis compañeros de la Universidad Católica Andrés Bello, de la cual egresamos hace ya treinta y dos años… TREINTA Y DOS, nada menos. Y desde entonces, hemos compartido una verdadera avalancha de anécdotas y recordado (o confundido) nombres, profesores, materias, exámenes, trabajos, libros, prácticas, etc… memorias imborrables de aquella época, cuando nos preparábamos para comernos el mundo.

Somos la última generación de comunicadores sociales graduada en la Venezuela Saudita, la Venezuela próspera, abundante, fresca, tranquila, segura, rica, alegre, un poco pretenciosa y prepotente, la que recibía aún millones de inmigrantes, la de la democracia más sólida y larga del continente, la del mayor ingreso per cápita... 

Somos la generación de jóvenes del tristemente famoso “Viernes Negro”, a partir del cual todo cambió y nos cambió para siempre, como personas, como profesionales, como ciudadanos, como sociedad, como pueblo, como nación. Somos los primeros jóvenes de la Venezuela de esta larga, muy larga, deprimente, injusta, terrible y dolorosa crisis.

Pertenezco a una promoción de gente valiosísima, talentosa y realmente brillante. Unos muy conocidos, famosos y polémicos, amados y odiados, seguidos y bloqueados, perseguidos y hasta asesinados… Destacados profesionales de la palabra, el periodismo, el teatro, el mercadeo, las relaciones públicas, el cine, la comunicación audiovisual, la radio, el análisis político y social, profesores, pensadores… y también muchos otros, que realizan una importante labor más privada y callada, los que se dedicaron a sus familias o a forjarse la vida en áreas totalmente ajenas al mundo de la comunicación.

Pertenezco a esa generación de profesionales altamente calificados y preparados, que tuvimos la gran suerte de iniciar y consolidar una gran carrera en Venezuela y que luego, vivimos la gran desgracia (y dicha) de emigrar del país y diseminarse por el mundo, buscando un futuro mejor.

Muchos de mis colegas hoy forman parte de la enorme diáspora venezolana regada por los cinco continentes. La “generación brillante”, como la llamó el administrador y creador del grupo de whatsapp. Promoción de casi ciento cincuenta colegas, de la cual hoy sólo quedamos en Venezuela, poco más de cuarenta (no exagero). Es decir, el 75% por ciento de mi promoción, se fue.

Ayer, una de mis viejas amigas y colegas, lanzó de sopetón una reflexión, ofreciendo sus disculpas por romper la burbuja de chistes, risas y recuerdos juveniles. Palabras hermosas, espontáneas y sí, duras y profundas, que me conmovieron (no sé a los demás) y que inspiraron lo que ahora escribo. Por ello, me tomo la licencia de copiarlas y compartirlas con ustedes:

“El otro día me encontré a Leonardo Padrón y le dije que muchas veces me había preguntado cómo habíamos llegado a lo que somos ahora como país, que a la sombra del apamate, junto a la estatua de Bello podíamos sentarnos juntos, gente que ahora está en los polos opuestos, podíamos charlar ignorantes del futuro que nos esperaba. Qué tristeza, a veces me pregunto qué hicimos mal, si hubiésemos sido más sabios, más certeros, y aún hoy cómo podríamos revertir ese daño, qué karma tan duro y si aún hay chance de cambiar los rumbos. Lo siento si rompo la burbuja. Abrazos!”

Y es así, cuántas veces nos hemos preguntado ¿qué nos pasó?, ¿qué hicimos mal?, ¿por qué nos dejamos arrebatar la ilusión, el país que construyeron nuestros abuelos y padres?, ¿por qué dejamos que otros modificaran nuestro futuro?... ¿ha sido nuestra culpa?, y como dice mi colega ¿por qué este karma tan duro y largo?

Casualmente, otra de mis grandes amigas y colegas, muy conocida periodista, desterrada y exiliada hace ya diez años del país, le comentaba a uno de los invitados a su programa de televisión exactamente lo mismo: “muchas veces me he preguntado ¿qué hicimos para recibir y seguir viviendo tanto sufrimiento y dolor?, ¿por qué los venezolanos hemos vivido todo esto?... ¿hasta cuándo esta larga y muy terrible pesadilla?”

Es así, pertenezco a esa generación que hoy llora ya sin lágrimas y se mira las manos por las que muchas de sus ilusiones y sueños se le han ido como arena… esa generación que aún lucha por conquistar la libertad y vivir en un país digno que dejar a nuestros hijos… cientos de miles de hijos que hemos abrazado, despedido y bendecido, con un dolor sangrante en el alma, derramado sobre los mosaicos poli cromáticos de nuestro gran Cruz-Diez, en Maiquetía.

Y sí mi querida Alicia (autora de la reflexión), a pesar de todo, soy de los miles de nuestra generación que aún seguimos creyendo que sí podemos revertir el daño, que sí tenemos chance de cambiar los rumbos, que mientras tengamos vida, tenemos la oportunidad de ser sabios, de corregir y aprender de lo que hicimos mal, de ser más certeros y de construir un país nuevo, distinto, mejor, digno, alegre, próspero y feliz… un país que recoja lo mejor de las cinco repúblicas, un país que rescate la memoria y gesta de nuestros héroes, un país en el cual nos respetemos, nos toleremos y en el cual nos sintamos orgullosos de ser ciudadanos de primera, defensores de nuestros derechos y gestores de nuestros deberes.

Creo en ello y estoy convencido que así será… eso sí, no sé si podré tener la dicha de verlo, disfrutarlo y vivirlo, pero al menos y junto a muchos, sigo arando esta tierra sagrada y sembrando miles de semillas que algún día germinarán y darán sus buenos frutos.

Y estoy seguro que muchos otros, en años venideros, escribirán con orgullo todo lo que hicimos bien para tener ese gran país con el que hoy seguimos soñando.

A mis colegas comunicadores de la promoción 82-87 de la Católica y a todos los millones de venezolanos de ayer, de hoy y de mañana: no desesperemos. Todo pasa, esta pesadilla pasará, este país volverá a brillar… y, aunque suene cursi, recuerden que detrás de la tormenta, siempre viene la calma y un hermoso arco iris.



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