miércoles, 24 de junio de 2020

A llorar al Valle...


Las últimas semanas de “cuarentena” en Venezuela han sido de todo, menos eso. No soy quién para criticar a millones de personas, pero tras todo lo que he visto en estos días me pregunto: ¿qué entendemos por estar en cuarentena y en CUARENTENA RADICAL?

Confieso que estoy alarmado y que soy un bicho realmente muy raro, porque yo sigo encerrado en mi casa, y las pocas veces que salgo, cumplo con todos los protocolos y más.

Pero tras todo lo visto, ¿de qué sirve cuidarme, si la mayoría está haciendo lo que le da la gana? ¿dónde está el bien y la conciencia colectiva? ¿tan desesperados estamos por salir y socializar que perdimos la coherencia, la conciencia y la sindéresis? ¿nos creemos inmunes realmente?

Todos hablan del “pánico” que sienten por lo que está pasando y por la curva ascendente que estamos viviendo ya en el país…

Nooooooooo, ¿supiste lo del Cafetal? ¿qué te parece lo del San Ignacio?... en el Plaza hay más de 12 contagiados, incluyendo al gerente, cerraron el supermercado y ¡¡¡lo están desinfectando!!!... en Maracaibo el hospital central está colapsado… el esposo de una amiga cercana está hospitalizado y muy mal… ¡¡¡qué horror!!!

Sí, el virus está cada vez más cerca y se sigue multiplicando. Pero mientras más se acerca, más seguimos comportándonos al contrario de lo que debemos y haciendo todo lo que tenemos pendiente por hacer, ya sea por necesidad o por qué no me queda otra, ¿cierto?

Estoy convencido que en Venezuela SOMOS INMUNES al coronavirus. Si hemos soportado 20 años de tiranía y represión, podemos soportar y salir airosos de esta pandemia.

El sábado pasado, la misma iglesia católica venezolana demostró que es así. No sólo celebraron una misa transmitida por televisión (las misas y las reuniones no están permitidas), sino que a la misma asistieron más de 50 personas, sólo DOS estaban con tapabocas y todos, a menos de un metro de distancia. Sólo en el altar mayor habían DIECISEIS obispos más el cardenal y pegaítos.

Qué me perdone José Gregorio, pero lo que se vio en la misa en su nombre y con unos cuantos MÉDICOS presentes, fue una verdadera torpeza sin sentido. Todo muy bonito y emotivo, sí, pero al ver esto ¿que entendieron millones de personas?: ¿para qué el tapabocas? Si los obispos no lo usaron en la misa y no cumplieron con la distancia, ¿por qué yo sí?

Un amigo me dice “tengo que salir a la oficina porque no tengo internet en casa”, otra “estoy haciendo una pila de tapabocas para la GRADUACION del colegio tal”, “mi hija tiene una reunión con sus compañeros del colegio con motivo al fin de año, pobrecitos, tienen tres meses encerrados”, otra “esta tarde voy a una misa especial en mi parroquia”.

Al lado de mi casa están construyendo una casa nueva. Hay unos cuantos obreros,  entran y salen camiones y personas. En muchos edificios el personal de servicio asiste como si nada, todos los días… eso, sí, les echan alcohol. En toda mi cuadra y vecindario, se escuchan jardineros y obreros trabajando. En una ferretería cercana, trabajan “a puerta cerrada” para que las autoridades no se den cuenta...

Un amigo, aterrorizado por lo cercano del virus, me dice “no vale, yo ando con mi kit para arriba y para abajo y siempre con mi tapabocas”, pero en su Instagram no para de publicar sus reuniones familiares y sociales con más de diez personas… primero, la foto oficial de “todos con el tapabocas” y luego, todos amuñuñaos, abrazados y sonreídos (sin el disfraz COVID, claro).

Hey, no se puede salir, el paso entre municipios está cerrado: no tranquilo, ¡yo tengo salvoconducto!

Cuentos tengo para llenar un libro. Y después se escandalizan cuando se riega el escandaloso chisme de que Maduro y su combo estuvieron en un fiestón en Los Naranjos y que la policía no pudo hacer nada. O se rasgan las vestiduras cuando ven los videos del rumbón en la Cota 905 o del gentío bailando y cantando en las celebraciones de San Juan…

Al final, la gran mayoría tiene mil y una excusas y justificativos para romper la cuarentena… pero eso sí “cuidándose” con su tapabocas, guantes, gel, alcohol y sin tocarse…

Así estamos y así seguiremos… y después a llorar al Valle, a implorar a José Gregorio por la salud de alguien cercano contagiado por el virus, a enviar mensajes por whatsapp envueltos en llanto y pidiendo que oren por su familia que está sufriendo por el COVID…

El virus ya es rutina y casi ni le paramos. El famoso "quédate en casa" ni se menciona, ya no nos enviamos la pila de mensajes y videos de cómo cuidarse, las cifras de contagios, la gente cantando en los balcones, los empalagosos y llorones con musiquita melancólica, los chistes y memes del virus, los monólogos del andaluz aquel que tuvo sus quince minutos de fama… en fin.

Yo no tengo hijos (muchos me dirán que justamente por eso no los entiendo), pero de tenerlos, preferiría que no fuesen a su “fiesta o a su graduación”, a tener que vivir la dolorosa experiencia de saber que están en terapia intensiva por el virus y no poder siquiera irles a ver… o algo, mucho peor...

Todos estamos sufriendo la pandemia y nuestras vidas estarán marcadas por esto para bien o para mal… y pregunto: ¿qué parte no entendieron de que ESTAMOS EN CUARENTENA RADICAL?

Dios nos agarre confesaos, nos proteja y nos de cordura… pero dudo que lo entendamos.



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